Conversaciones de portería entre un vecino y su portero acerca de la voz y el canto, su relación con la persona y su actitud, y otras extrañas ideas que el portero tiene

1b. Y qué le desvela Paulino al vecino Luis...de momento



Luis había acertado de lleno. Efectivamente, su portero tenía un pasado oculto. Había sido cantante.

Luis.- ¿Si? Yo también estudié unos años con una profesora ¿Y llegaste a cantar algo?

Paulino.- ¡Ay Sr. Cifuentes, lo mío no fue una carrera de cantante al uso, fue un trotecillo! Hice algunos papelitos pequeños y canté en algunos coros de ópera y oratorio, pero cuando todos esperaban que despegase, lo dejé todo para volver a estudiar canto por mi cuenta, volviendo a empezar de cero…

Luis.- ¿Y eso? ¿No te habían enseñado bien? ¿Dónde estudiaste, en la Escuela Superior de Canto de Madrid?

El portero parecía un poco lento en reaccionar a las preguntas del vecino. Lo que no sabía este es que el retraso para responder de Paulino se debía a un estudio pormenorizado de cada respuesta para adecuarlo y evitar discusiones estériles que tanto le aburrían…

Paulino.- Sí. Allí estuve unos años, y con una profesora particular también…No. No me enseñaron bien. O sí, me enseñaron bien lo que enseñaban, pero llegó un momento que aquello no me convenció, así que decidí estudiar por mi cuenta...

-“Estudiar canto sólo”- Luis no entendía que eso pudiera ser posible…Veía tan necesario que alguien te ayudara, siendo el canto algo tan difícil...Él mismo no pudo hacer…-” No me extraña que no llegara a hacer nada” -“Sólo los profesionales, y no todos, pueden practicar ellos solos, pero es que ellos ya son unos maestros” Parece increíble la cantidad de pensamientos que vuelan en una conversación

Luis.- Pero hombre, es que sin profesor de canto no se puede

Paulino.- -“No, si ya me esperaba algo así”- ¿Sabe que pasa, Sr. Cifuentes? Que cuando uno estudia sólo, no es que no tenga profesor realmente, se cambia un profesor por todos los profesores del mundo. Encuentra uno maestros en estudios de medicina, en la gente de la calle, en los cantantes buenos y en los cantantes malos…Todo vale…Y nada vale. Es uno mismo quien decide qué maestro elegir y en qué momento. Efectivamente no hay profesor que decida por ti que es lo correcto y que no.

Luis.-Ya. ¿Pero cómo elige uno qué cosas son las correctas y qué está mal? Menuda responsabilidad. Mejor que una persona con experiencia y que te está escuchando lo que haces te ayude...Vamos, eso creo yo…Ya le digo que yo estudié canto, pero no tenía voz.

Ahora sí que a Paulino le entró un latigazo de pereza. (si es que la pereza, de natural poco activa, pudiera golpear así…) La cosa es que de pronto le vino la acción responder y la inacción de callar y hacerse el loco.

Paulino.- “Bueno, a ver”-…mmm…Ya sabe, -“espero”- que en esto del canto todo es muy relativo. A veces no es que no se tenga voz, sino que no se pueda “sacar” esa voz por motivos personales, inseguridad o incluso ignorancia de los potenciales propios, o por problemas vocales de emisión previos, o sencillamente que el profesor no ha sido capaz de extraer el potencial del alumno, o solucionar sus problemas vocales, o simplemente es tan incompetente que no lo ve…o todo eso o parte del todo a la vez… ¡Una enorme combinación de factores! Ese es uno de los mayores problemas de cantar, Sr. Cifuentes, que uno se encuentra siempre en arenas movedizas. Todo es relativamente cierto…lo que uno percibe, lo que perciben de él, lo que cree sentir, lo que le hacen creer que siente, la acústica del lugar, el estado anímico…!A veces me marea tanto que me recuerda a un juego de ajedrez, cuando lamentablemente cantar debería ser fácil!

Luis miraba un tanto perplejo y casi descreído a este señor de bigote que hablaba casi sin mirarle, como si leyera desde libros imaginarios escogidos desde el oscuro rincón que su mirada había elegido, aunque cuando callaba y le escuchaba su mirada le escudriñase con atención todos los puntos de su cara amén de los gestos de su cuerpo. También fue inundado por una mezcla de confusión y pereza imaginándose todos esos factores reunidos a la -supuestamente simple- acción del canto, desechando inmediatamente la opción de seguirlo a riesgo de marearse

Luis.- Bueno, bueno, bueno…Con tanto relativismo no se puede hacer nada…Bueno, Paulino, subo pa’ riba, que se me van a descongelar los sorbetes que he comprado. Te veo en otra ocasión.

Y Luis subió a su ático por ese ascensor que debería tener record de longevidad no reconocida en el mundo de ese tipo de maquinaria, y entró a su hogar. Lo que no sabía el Sr. Cifuentes es que había sido picado por el bicho de la curiosidad, y por de pronto, su mente discutía autónoma, primero de manera callada y luego de forma más presente, las ideas inoculadas por su portero contra sus ideas aprendidas en el pasado

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