Conversaciones de portería entre un vecino y su portero acerca de la voz y el canto, su relación con la persona y su actitud, y otras extrañas ideas que el portero tiene

1a.- De cómo supo Luis Cifuentes que su portero cantaba

Portal de un edificio de señorío en Madrid. En el ático reside Luis Cifuentes, empresario, melómano empedernido y gran conocedor de la ópera. Asiste frecuentemente a conciertos y a las representaciones del Real. Él mismo estudió canto en sus años de juventud con una reputada cantante, aunque a la vista de los resultados- y que su profesora le dijo que no tenía voz para ser cantante de ópera- se dedicó de lleno a sus negocios, aunque sin perder nunca su gran afición a la música. Guarda todavía la promesa de retomar lecciones de canto, pero todavía no ha encontrado el momento.


En esa finca, a un ladito oscuro del portal trabaja Paulino, su portero, un señor menudo, entrado en los 50, con su bigote, tan cano como ralo, tan ralo como recto. Es un portero amigable y servicial, madrileño de pura cepa.

Luis lleva viviendo en su ático desde hace 5 años, y durante los primeros momentos nunca tuvo ninguna conversación con su portero, salvo los acostumbrados saludos. Un buen día de mayo, Luis regresó del trabajo de muy buen humor. Había conseguido un suculento contrato con una inmobiliaria tras mucho esfuerzo y todo parecía precioso. Sin darse cuenta, entró al portal tarareando “ Un di felice, eterea” de la Traviata y continuó musitándolo más discretamente según avanzaba sus pasos hacia el rancio ascensor del edificio, quizás porque presentía que era escuchado por su portero, que estaba sentado en su puesto leyendo el periódico, y en efecto así fue que le escuchó, como pudo comprobar inmediatamente.

Paulino.- ¡Aaah… ¿Qué bella es la vida cuando todo va bien, verdad Sr. Cifuentes? ¡Qué líneas más largas dibuja Verdi, qué bien hechas!

Que alguien distinguiera de las notas que barruntaba Luis que eso era un fragmento de la Traviata, conociendo un poco de ópera no era notable, aunque quizás sí más notable era que tuviese el oído suficientemente fino como para distinguir sus sonidos y poder identificar la melodía. Pero esa apreciación sobre las líneas de canto… “¿Pero de dónde ha salido este tío?” Todo eso pensaba Luis mientras apretaba el botón del ascensor y respondía con una sonrisa que mezclaba asombro e incredulidad al mismo tiempo…

Luis.- Hasta luego, Paulino.

Paulino.- Hasta luego, Señor Cifuentes

El segundo encuentro de Luis con su portero, a parte de los domésticos, llegó el día que se acordó de él al no poder asistir a su función de abono del Real; ni tenía amigos que pudieran o quisieran usar su asiento, ni había tiempo material para otros por cambiar sus planes de la tarde, así que le vino el comentario de su portero sobre las líneas de Verdi a su mente, y como le caía bien; y otra cosa puede, pero clasista nunca ha sido Don Luis Cifuentes, pues…

Luis.-Hola Paulino ¿Te gusta la ópera, verdad? Tengo una entrada de abono para esta noche que no puedo aprovechar ¿Te interesa? Cantan la… y...

Paulino.- Muchísimas gracias, Sr. Cifuentes, le agradezco muchísimo el detalle, ya había leído el comentario en El País de este montaje, y, sinceramente, voy a pasarlo mal viendo a esos señores haciéndome sufrir con sus esfuerzos canoros y ese montaje tan caprichoso…De veras que se lo agradezco, pero no lo disfrutaría.

Luis.- “¡Pero bueno, sí que es un purista este portero!”- Pensó - ¿No? Bueno, pues nada, no pasa nada, ya buscaré a alguien… ¿Vas al Real a menudo?

Paulino.- ¡Uy, no! Apenas voy. Como le he dicho, me resulta poco gratificante ver representaciones de esas…
Luis.- Bueno, bueno…pues nada, ya se lo daré a otro…Mientras terminaba su frase, el vecino Luis se alejaba del portal, y mientras lo hacía su mente se percató de la voz de su portero… “Buena voz la suya… ¿Habrá sido cantante? Una voz potente y con presencia, rica en armónicos… ¿Será barítono?”

Pasaron los días y la tentación de preguntar a su portero crecía, aunque las ocasiones no se daban; o él no tenía tiempo o pillaba al portero conversando con otro vecino sobre el estado de la escalera…Un día le pilló por banda.

Luis.- ¡Buenas, Paulino!

Paulino.- Buenos días, Sr. Cifuentes. Ya se ha solucionado la avería del agua caliente.

Luis.- Ah, bien…Oye, Paulino… Tú has estudiado canto ¿No?

El portero necesitó un breve – o larguísimo- segundo o dos para responder la sencilla pregunta. En ese tiempo, su mente fue invadida por una tormenta de sensaciones e ideas: “Buf, qué pereza" - "!aaah el canto!" -"¿por dónde empiezo yo? "- "verás éste cómo se lo toma ahora" y: "por qué le dije nada de Verdi, hombre"...

Paulino.-… ¿Yo?...Si. Estudié canto. Hace muchos años ya…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

..me recuerda a La Elegancia del Erizo ..

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con el parecido, hay una especie de halo de misterio que rodea al pasado del portero. Interesante.